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Bernini, el escultor de exprimidores.

Mi madre me decía que de mayor fuese médico, mi padre me decía que fuese futbolista, mi vecina siempre mantuvo que lo mejor era ser abogado, mientras que mi infancia siempre ha girado en torno a las artes y claramente de mayor quería ser escultor.

Por más que lo pienso no encuentro por qué como profesión que ejercer en la madurez, era ser escultor, lo más seguro es que se deba al desayuno. Pasaba la mayor parte de mi niñez en casa de mis abuelos, desayunaba en la cocina admirando una extraña figura de características griegas que no destacaba por ser el culmen de esta civilización racional, era más bien arcaica. Me gustaría saber la opinión que tiene mi abuelo de que su figurilla artesanal, puesta sin ninguna intención en la oscura esquina de la cocina, ha condicionado todo mi futuro como diseñador de producto.

Seguramente me diría: ¿No te parece más interesante arquitectura?...es que escultura… es demasiado artístico y artesanal, tiene pocas salidas. Tengo que dar la razón a mi sabio abuelo, él sabía valorar lo artesanal pero no al artesano, lo que me hace preguntarme sobre la profesión que ejercía de peletero. El cosía, confeccionaba y hacia el patronaje de cada uno de los abrigos y trajes que luego vendía. Mi abuelo pensaba como Tom Ford en sus impolutos diseños y realizaba sin maquinaria pesada todas sus obras como William Morris. Por eso le considero un diseñador y artesano, es decir un escultor.

Siempre me fije en la escultura clásica de Grecia y Roma, trataba de imitar su pura perfección con materiales que tenía a mi alcance ya fuese barro, escayola o incluso los tristes resquicios que sobran de las migas de pan en la sobremesa, todo era suficiente para empezar a crear lo que sería mi escultura.

Estudié desde pequeño las proporciones y anatomía de las esculturas por puro interés, influenciado por la escultura barroca de Bernini, que luego estudiaría en la clase historia del arte con la encantadora profesora Gema, a mis 16 años. Pero poco después vi que la escultura podía ir más lejos que un bloque de mármol con un artesano y un cincel, que podía traspasar las paredes del vaticano, que podía tener más conceptos que una escultura de Miguel Angel ¿Eso era posible?

Muchos me criticarán con mi respuesta, me llamaran absurdo, inútil o incluso inculto, pero abandone mis muchos años de adoración a la escultura clásica y me fije en otra escultura, mi fije en un exprimidor. ¿Cómo se puede pasar de adorar a Bernini a adorar un exprimidor? La respuesta es sencilla; no es un exprimidor, es El exprimidor de Philippe Starck.

Tras conocer a Philippe Starck mi camino se abrió paso hacia el diseño de producto, pasando mis años en La Escuela Experimental de Diseño ARTE 12, graduándome en Modelismo Industrial, conocido como Diseño industrial o producto.

Tras haberlo estudiado cientos de veces, memorizado textos enteros para los exámenes y quizás haberme lavado el cerebro en la Escuela de Arte sobre las diferencias entre artesanía y diseño, yo me considero un escultor de productos.

Desayuno a diario un zumo de naranja admirando mi escultura, mi exprimidor.

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